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Las gotas caen, simplemente caen. El frío ambiente de otoño me hace temblar, y tus ojos, el viento y tus pasos rápidos se reviven una y otra vez en la nostalgia. Siento que te extraño, es que te ríes tan bonito. Y los restos de pintura en la boca, que leía en el papel, ese aire subterráneo y las risas censuradas por el espanto y las luces rápidas nos engañaban dentro de su basura diaria. No quiero bacterias en mi leche, ni proteínas represoras, ni malditas cátedras sobre un pasado amenazante. Pueden tragarse sus excusas, hoy no.