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Tus manos parecían aves, volando hacia mí, invitándome al delirio del vuelo. Y tu cuerpo mezclándose con la guitarra, en ese rasgueo místico que venía de tus dedos, y las cuerdas, y la madera. Me preguntan como estoy, y no tengo palabras para responder, porque no estoy. Y las palabras vuelan, y el sonido del mundo en mi cabeza. El amor perfecto no existe, y no me importa demasiado, me adapto cada vez más a la idea. Madres suicidas, y amores sicópatas, uñas rojas, chocolate y cigarros, el teléfono suena una vez más.